Hace menos de mes y medio se cumplió el décimo aniversario de la muerte del gran cantautor Elliott Smith, quien con sólo 34 años se quitó la vida apuñalándose con un cuchillo en el pecho. Smith nos legó cinco discos (y uno par más publicados de manera póstuma) repletos de música acústica folk/indie rock de gran calidad, letras impactantes y autobiográficas, y una voz personal e inolvidable. Muchas de sus canciones rebosan melancolía por los cuatro costados, y es que Elliott ponía su alma en cada una de ellas, haciéndonos partícipes del sufrimiento de una persona con una infancia terrible (repleta de abusos físicos por parte de su padrastro), con tendencia a la depresión, alcoholismo y adicciones varias (drogas y antidrepesivos básicamente).
Me gustaría también mencionar tres películas en cuyas bandas sonoras se incluyen canciones de este genio: El indomable Will Hunting de Gus Van Sant (Miss Misery fue incluso nominada al Oscar... aunque ganó Céline Dion por la de Titanic), American Beauty de Sam Mendes(una versión del Because de los Beatles) y Los Tenenbaums de Wes Anderson (la preciosa Needle in the hay... cuidado que hay spoilers). Todas ellas son buena muestra de la sensibilidad de este tímido y autocrítico cantante que, por cierto, estaba licenciado en Filosofía y Ciencias Políticas. Ahí es nada.
Escuchar a Elliott Smith es para mí una experiencia íntima que te absorbe y te hace percatarte de lo que significa amar la música. Por cierto, recordando a Smith me ha venido a la mente otro cantante que también nos dejó demasiado pronto, su contemporáneo Jeff Buckley. Quizá le dedique el próximo viernes musical...
Buen fin de semana