Recuerdos británicos: Mount Edgcumbe
Hace ya casi dos años que visité Mount Edgcumbe, en el condado de Cornwall, y todavía siento la misma emoción recorriendo mi cuerpo que cuando estuve allí. Me encontraba en Inglaterra porque decidí hacer una visita a una amiga que estaba haciendo unas prácticas en Plymouth. He de decir que mis expectativas eran más bien bajas, ya que mi amiga me había descrito aquel lugar como un "parquecito" donde podríamos pasar la mañana. Nunca se me habría pasado por la cabeza que me toparía con un lugar tan hermoso y sorprendente como el que me encontré.
La primera sorpresa agradable de la jornada fue la manera en que se accedía a Mount Edgcumbe: a través de un pequeño ferry que nos llevaría de una costa hasta la otra. El día había salido bueno: un tanto nublado, pero no demasiado frío, y las pocas gotas que cayeron por la mañana desaparecieron en pocos minutos. Mientras nos íbamos acercando poco a poco a bordo de la embarcación, yo me deleitaba sintiendo la brisa en mi rostro y oliendo a mar.
En cuanto pusimos pie en tierra firme, decidimos tomar un tentempié en unos bancos estratégicamente colocados en un pequeño promontorio desde donde se obtenían unas agradables vistas al mar y a las barquitas que se apostaban en la orilla. En la vida hay muchísimas cosas buenas y disfrutables, y seguramente me queden muchas por descubrir, pero sin duda alguna ese fue uno de los mejores momentos que he vivido. Y el día no había hecho más que empezar.
Tras reponer fuerzas, nos acercamos a la imponente casa que corona el monte, fechada nada menos que a mediados del siglo XVI. Al parecer actualmente se realizan todo tipo de eventos turísticos en esta localización, como por ejemplo ofrecen la oportunidad de vestirse al estilo de los Tudor, y disponen de una gran cantidad de tapices de la época en exposición. La casualidad quiso que justo ese día fuera festivo, porque estaba todo cerrado, aunque, sinceramente, agradezco que así fuera, porque en cierta manera sentía como si todo aquello estuviera ahí sólo para mis ojos.
Mis amigas y yo decidimos dar un paseo sin ningún rumbo en concreto, con el sencillo propósito de admirar el paisaje y estirar un poco las piernas. Y entonces ocurrió el "milagro". Lo que parecía, a simple vista, un parque turístico y familiar, se transformó de repente en un bosque cada vez más silencioso y tranquilo. El contacto con la naturaleza se tornó de repente en algo más auténtico, menos artificioso.
A cada paso que daba, encontraba un pequeño tesoro que merecía mi total atención, ya fuera alguna flor, una vista inesperada del mar que se dejaba entrever entre las ramas de los árboles, o varias casitas solitarias que parecían de cuento. Tuve que reprimir mi impulso inicial de llamar a la puerta y pedir a sus dueños que me permitiesen echar un vistazo al interior, pero casi que es mejor así, porque en mi imaginación estarían decoradas como si de un romántico cottage se tratara, todo muy shabby y vintage. A veces es mejor quedarse con lo que uno imagina.
Cuando llegamos a la cima de la montaña, la maraña de árboles dieron paso a un verde y extenso prado donde pastaba tranquilamente un rebaño de ovejas grises. En ese ambiente tan bucólico no se me ocurrió otra cosa que dejar sonar en mi móvil un tema perteneciente a la banda sonora de How to make an American Quilt, de mi adorado Thomas Newman... Inspiré profundamente, cerré por un instante los ojos, y justo entonces se logró el momento perfecto.
PD: Llevo varias semanas un tanto desconectada del blog y sin comentar demasiado en los demás. Este mes de agosto está siendo de lo más agitado, con muchas visitas a casa que me impiden poder dedicarle el tiempo que me gustaría. Espero poder ir recuperando el ritmo normal poco a poco (tengo un montón de ideas y temas pendientes de darles forma de post), aunque me temo que hasta septiembre no lo conseguiré del todo.
¡Qué fotos tan bonitas! Tal y como lo cuentas, seguro que era un lugar precioso.
ResponderEliminarGracias Lucía!
Eliminar¡Qué preciosidad! No conocía este sitio, pero me han encantado las fotos y todo lo que cuentas. Ojala tenga la oportunidad de visitarlo algún día y perderme en esos parajes. Parecen sacados de una novela.
ResponderEliminar¡Saludos!
Gracias Seri. El sitio era ideal, la verdad. Sólo estuvimos un fin de semana en Plymouth, pero mereció la pena, aunque me encantaría poder viajar por todo el sur de Inglaterra :)
EliminarRebeca, que preciosidad de post! Es una maravilla esos días especiales de los viajes en los que no sabes por qué, todo parece perfecto, incluso con lluvia o frío... Me ha encantado compartir contigo el descubrimiento de ese magnífico paraje, acompañándote en tus palabras y sensaciones...
ResponderEliminarHasta pronto.
Muchísimas gracias Guacimara!!! Me alegro mucho de que te haya gustado el post, con haber sido capaz de transmitir aunque sea sólo a una persona todo lo que sentí ese día me doy por satisfecha :)
EliminarQué chulada! Vaya sorpresa encontrarse con algo así. Las fotos preciosas.
ResponderEliminarBesos.
Muchas gracias, la verdad es que el sitio era súper inspirador para hacer fotos y fotos sin parar :D
EliminarRebeca, un viaje sensacional!! No conozco esa zona de Inglaterra y se me han puesto los dientes largos...
ResponderEliminarLas fotos son muy bonitas...¿fuiste en Otoño?
Un besin gigante!!
Muchas gracias María! Sí, precisamente fui a mediados de octubre, con mucho miedo de quedarme congelada y luego estuve en la gloria, una temperatura ideal, y no nos llovió ningún día :D
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